miércoles, 5 de octubre de 2011

El alfil y la sobria.

Tanta osamenta despilfarrada,
árbol viejo sentado jugando ajedrez,
apostando un pedazo de vida.

Creí que era aquello lo único que me detenía en la soledad de los pájaros.
del chirrido inmaculo de la sal tostada,
del grano apostolado de pimienta cantando un tango.

Puedo decir de otra forma que miró.
Que miró la vejez de sus zapatos que tantos pasos han escrito,
en la piel asfalta de estas calles osamentas.
El anillo en el dedo mientras que digital palmar común de las ramas del nerviomedio.
Pétalo se posó el mano.
De todo esto se concluye: expedito.

Sin embargo es el alfil cuya gracia ostenta la mirada triangulada;
la dichosa alfanje bellamante desenvainada
para amordasar sin tregua la espalda salina de la mujer que ebriamente dijo: Estoy sobria.

Como he dicho antes: ¿Que carajo hago aqui?...

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