Quería amanecer en su espalda,
los dos extremos de la eternidad;
nunca visibles...
siempre sentibles...
Recordé de a pocos,
el sabor de su sexo breve;
de sus dedos escribiendo en mi cabello
lo que nadie aún se atrevió a escribir
¡Seguía amén/eciendo!
De pronto llegué
a la conclusión inconclusa del frenesí sin cálculos,
girando en el abdomen maduro de sus edades hechas caricias;
del susurro impensado que degolla el raciocinio.
Me entregué sin tregüa a la palabra,
al sustantivo ingrávido del rodar de la tierra
(y también de sus caderas)
¡No me enamorare nunca mas!
Pero,
tan solo por esa noche..
rompí la cadena de la promesa decidida;
del ¨davídico¨ salmo hecho reclamo.
Miraba mis ojos,
con la experiencia de una gaviota besandose las alas.
Siguió amén/eciendo;
y Dios, mi Dios...
Sin mas remedio que llenarme las pupilas de luz..
nos regaló el adolorido epílogo de la despedida mortesina del eucalipto abrazo,
de la frase puntual diciendo:
Adios...
(mardi 23 mars 2010)
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